Jim Yong Kim
 
Publicado en el diario brasileño Valor Econômico el 24 de marzo de 2014.
En medicina, saber cuál es el mejor tratamiento no siempre es suficiente para asegurar la salud del paciente. Podemos tener pruebas de su eficacia y conocer su costo relativo y la mejor manera de realizar el tratamiento. Pero si no podemos llevarlo a cabo debido a la mala calidad del servicio, eso significa que el sistema de salud ha fallado.
Lo mismo cabe afirmar de las políticas públicas. Hay una enorme cantidad de estudios y datos para fundamentar diversos programas y políticas, pero incluso algunos de los programas mejor ideados nunca llegarán a hacerse realidad debido a contratiempos en su implementación.
Este desafío de la implementación es algo bien conocido por los países con que trabaja el Grupo del Banco Mundial, y también por nuestro equipo. Nos hemos deparado con un sinfín de ideas para luchar contra la pobreza y la desigualdad que no cumplieron sus promesas por falta de capacidad de ejecución.
Estamos intentando poner remedio a esta situación, y hemos emprendido un gran esfuerzo para recopilar y compartir, de manera sistemática, todo lo que se sabe sobre la implementación de proyectos. Con ese fin, estamos trabajando con determinados países para crear «Centros de Ciencia de la Entrega».
Brasil está a la cabeza de una parte fundamental de ese esfuerzo, a través de la Iniciativa Brasileña de Aprendizaje por un Mundo sin Pobreza (WWP, World without Poverty), una asociación entre el Banco Mundial, el Ministerio de Desarrollo Social y Combate al Hambre de Brasil, el Instituto de Investigación Económica Aplicada y el Centro Internacional de Políticas para el Crecimiento Inclusivo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Este mes, representantes de alto nivel de más de 70 países han tenido la oportunidad de aprender de la experiencia de Brasil e intercambiar ideas con los formuladores de políticas brasileños durante el Foro de Aprendizaje Sur-Sur sobre Protección Social y Trabajo, en el que fue presentada la WWP, en Rio de Janeiro.
Al hablar sobre historias de éxito, no cabe duda de que Brasil constituye un ejemplo. Entre 2001 y 2011, la extrema pobreza se redujo a la mitad —del 9,7?% al 4,3?% de la población—y un total de 22 millones de personas salieron de la pobreza —una cifra superior a la población de países como Angola o Rumanía—. Además, al contrario de lo que sucedió en muchos países de ingresos medios, la desigualdad disminuyó en esos años. Tales impresionantes logros no se deben exclusivamente a una economía creciente y a un mercado laboral dinámico, sino a la concepción e implementación pioneras de programas sociales innovadores en Brasil, cuyo ejemplo más destacado es el Bolsa Familia.
El Bolsa Familia fue uno de los primeros programas de transferencia condicionada de renta (PTC). Tuvo su punto de partida en los PTC de los estados, buscó inspiración también en el enfoque integrado del Programa Progresa de México y se ha convertido en un referente en materia de políticas sociales a nivel mundial. En diez años ha llegado a la cuarta parte de la población —más de 50 millones de personas— y ha tenido efectos positivos sobre la salud y la educación, todo en un contexto complejo, descentralizado y con bajos costos administrativos.
El éxito del Bolsa Familia es resultado de una inversión sistemática en la capacidad de implementación, herramientas de gestión eficaces y un proceso constante de aprendizaje e innovación. Hay mucho que aprender de este programa y de su experiencia subsiguiente, el Brasil Sin Miseria, que se concentra en la capacitación, el crédito y el acceso a servicios públicos y busca activamente a ciudadanos pobres que aún no hayan entrado al Bolsa Familia. Muchos estados y municipios complementan los esfuerzos del Gobierno federal mediante la creación de programas complementarios, adaptados a sus necesidades específicas, desarrollando soluciones para problemas de implementación que perduraban desde hace mucho tiempo.
Es lógico, por ende, que todo eso genere un enorme interés en la esfera internacional. El Bolsa Familia ha servido de inspiración para el desarrollo de programas y herramientas similares en muchos países, como Kenia, Tanzania y Filipinas, por citar algunos. A su vez, Brasil puede beneficiarse del aprendizaje sistemático de innovaciones nacionales e internacionales. Existe ya un volumen considerable de conocimientos que se está generando y compartiendo. Sin embargo, la WWP parte del principio de que podemos mejorar.
Valiéndose de las perspectivas y puntos fuertes de sus aliados, la WWP apoyará y estimulará un enfoque riguroso para obtener conocimientos sobre la aplicación y los resultados de programas sociales y promover el intercambio de conocimiento, tanto nacional como internacionalmente. Dicha iniciativa ha reunido ya experiencias de América Latina y de África y ha difundido conocimientos sobre políticas sociales en Brasil, que serán usadas activamente para ayudar a otros países a adaptarse y a que se beneficien de la experiencia brasileña.
Estoy convencido de que podemos acelerar el avance en la lucha contra la pobreza y en pro de la equidad social, aprovechando la vasta experiencia y los conocimientos que existen en todo el mundo. Lograrlo no será tarea fácil, pero Brasil está mostrando el camino a seguir.
Jim Yong Kim es el presidente del Banco Mundial. Más información sobre la WWP en: www.wwp.org.br